viernes, febrero 19, 2021

Un bosque orquestado (acertijos musicales)

De plumas y melena

Como un cisne que nada elegante
con tersura, sigilo y calma suena,
y hasta alumbra su voz la luna llena
mecida en su vaivén dulce y constante.
De las estrellas copia el haz vibrante
y del sol su esplendor y fuerza plena;
pero no todo es paz, a veces truena
feroz como una bestia espeluznante.
¿De qué entrañas estalla ese rugido
que nos hiela la sangre y quiebra el hielo
con grito ronco o tétrico chasquido?
En la jungla se arma un gran revuelo,
se suspende el aliento y el latido
porque asoma el grandioso violonchelo.

 

De gran trompa  

¿Quién es el de la voz tan resonante
que con un grito firme y pasos gordos
es capaz de dejar a todos sordos?
Ese, sí, me refiero al elefante.
¿Y en la banda u orquesta quién le imita
además de las curvas, los sonidos
curiosos y metálicos chillidos
convirtiendo en metales su trompita?
También copian la gracia y balanceo,
el brillo y la pacífica dulzura,
el grupo solidario y ese son
que es necesario y único. Yo creo
que a ellos les copió la criatura.
Son el corno, la tuba y el trombón.
 

Pesos pesados

¿Quién es el que grandote y estruendoso,
vestido con un traje tan peludo
pasa de dormilón a muy forzudo
y de bestia terrible a tierna? ¡El oso!
¿Quién es el que sacude todo el monte
en su brava estampida y contundentes
pasos, arrasadoras y potentes
embestidas? ¡Es el rinoceronte!
¿Quién parece tranquilo desde abajo
del agua, hasta que de repente explota
feroz? ¡El hipopótamo! ¿Y quién es
el oso, el hipo, el rino, a la vez,
en la orquesta, y bien grave da la nota
base de todo el resto? ¡El contrabajo!
 

En bandada

Como los rayos que despunta el día
y les dan brillo a brotes, frutas, flores,
sacudiendo en las frondas mil colores
mezclan trinos, gorjeos, melodías.
Tamaños, formas, timbres bien varían,
para lucir destrezas no hay mejores
ni tan diversos, ¡oigan bien, señores
y señoras las tremendas armonías!
Si una banda compone la canción:
mirlo que flota como un barrilete,
grulla alegre, pato juguetón,
sumando a un buen cucú que los complete,
verán que respectivamente son
flauta, oboe, fagot y clarinete.
 

Un arsenal ruidoso 

Suena un clarín de gallo con el alba,
de punta a punta al bosque lo atraviesa
y todo el mundo está expectante ante esa
voz que se multiplica a mansalva.
Bien nítido lo oyen las urracas
y, escandalosas, lo transmiten lejos
hasta el nido de cuervos o el reflejo
de los flamencos con sus patas flacas.
Lo copia un aguilucho montañés
y no hay quien no oiga ese mensaje,
desde lo alto como metralleta,
que repite el malón de chimpancés;
todos hablando un único lenguaje:
los cantos de la histriónica trompeta. 

 

Construcciones

Chirrían, chillan, gruñen, castañean,
rechinan, crujen, pegan, raspan, lijan,
rebotan, tiemblan, roen, desvencijan,
retumban, baten, caen, repiquetean,
golpean, quiebran, chocan, zarandean,
agarran, ruedan, juntan, saltan, fijan,
hibernan, roncan, ríen, se cobijan,
encierran, van, atacan, corretean.
Ardillas, topos, liebres, conejillos,
ratones, cuises, nutrias y castores
se lucen con su amada construcción,
haciendo con timbales, gong, platillos,
marimba, xilofón, bombo y tambores,
al fondo una ciudad de percusión.
 

Entre las olas 

¿De quiénes son las voces y cantares
que van trazando la canción de cuna,
hilo fino que llega hasta la luna,
desde lo más profundo de los mares?
Su aleteo sacude las arenas
y provoca el ritmo de las olas
montando un show de fuentes y cabriolas,
de danzas y acrobacias de ballenas.
Y se suman contentos a la fiesta
con risas que resuenan en el viento
surfeando sus jolgorios de delfines;
esta es la gran familia de la orquesta,
que nos embruja con su movimiento
de manada: las violas y violines.