domingo, enero 26, 2020

Sobre si creo en algo después de la muerte o en lo otro

Qué muerte hay tras la muerte, yo no sé.
Antes que nada dudo y mi conciencia
es o escéptica o crédula en la fe
de un devenir eterno de mi esencia,
no solamente alimentar el musgo
sino ser más que gas, agua y carbono,
como aquello que esquivo, ignoro o juzgo:
nada y el universo, lo que abono.
Digo creer en la reencarnación
por certeza real o por consuelo
o ley lógica de conservación,
aunque por qué tendría más que suelo
por futuro. Igual ya sé que he muerto
fuera del sueño del que no despierto.

martes, enero 14, 2020

La cordillera y el insomnio

Amanece algún astro a dos niveles.
Digo, hay dos albas de una sola estrella,
una de la enciclopedia y la brújula
otra que tengo latiendo en el párpado
desde éstos que no cuento, crepúsculos.
Pían pájaros vivos (vivos), oigan,
los muertos hace tiempo se callaron
para anidar y dormir en mi estómago,
no exactamente el mío, me refiero
con metáfora torpe al insomnio
de gente inagotable aunque finita
con posibilidades casi eternas
del tiempo y sus cadáveres de aves.
Nadie a esta hora se pregunta nada,
es la pausa donde se pinta el límite
y todo lo que duda nos entiende.
Un pajarito negro y amarillo
posa su pausa en una antena. Ilógico.
Y ve como yo no sospecharía
una mancha, o algo indefinible.
Me molesta saber que en esta luz
las cosas que ambos vemos o alguien más
no son las mismas aunque sí lo sean.
Qué pena que la luz y su camino
no hagan sonido lejos, ni más lejos
como una idea
y no retumben, griten o se callen
en los rincones aún inacabados
del eco largo de la cordillera,
eco en tres dimensiones ¿quién más tiene?
Igual casi que escucho cómo suena
(la luz estrepitosa)
en la pereza mía y la del alba,
o tal vez mentiré necesidades.
El insomnio es la espera para ser
como aquella montaña o parte de ella
o ser ella en alguna opción del ser.
El dorado empezó a mutar en otro
también color dorado pero otro
contra el azul de piedra y de metal,
reubica y prende esos pergaminos
rugosos de la nieve inmensurable,
emergen las estrías de las rocas
y la profundidad que se sospecha,
hacia atrás y hacia su corazón mismo,
iguala la del fondo del océano.
Le hablo a la cordillera o en verdad
a un fragmento, que aunque lo invente, existe,
tan así de tangible es su infinito
(si la creara yo y la definiera
nunca la describiría mejor
de lo que no es ni es ni será),
cuando estoy demasiado triste le hablo,
aprendí que si entonces a la gente
algo se rompe y cambia para siempre,
como cuando las placas de la tierra
perdieron la paciencia que las hizo.
La cordillera es
la cicatriz, alguna cicatriz,
el recuerdo de las heridas de todas las eras.

Clementina

Cuando niña yo tenía mi muñeca Clementina
grandes ojos amarillos, una boca dibujada,
tenía bastantes hilos, miembros flacos como filos,
yo la sostenía en vilo a mi amiga articulada,
una marioneta era, Clementina articulada,
mi marioneta y más nada.

Su cabello eran retazos, linda madera sus brazos,
y era de linda madera su cabeza bien formada
unida a un torso con ropa hecho de tela y de estopa,
un torso blando y su ropa resaltaba su mirada
de ojos grandes y amarillos. Su boca estaba callada,
era una línea y más nada.

Yo un día había inventado, que Clemen en su pasado
había sido una bruja, o una niñita encantada,
súper poderes tenía y una gran telepatía,
de las gentes elegía ajusticiar las malvadas
y curarle los dolores a las pobres y cansadas,
sólo eso hacía y más nada.

Si había un monstruo acechando o los zombies deambulando
yo podía ver tranquila y no encontrarme con nada,
porque Clemen previniendo, con su mente combatiendo,
uno a uno iban cayendo. Inmóvil y articulada,
combatía con la mente las presencias indeseadas,
sólo eso hacía y más nada.

Si mi madre cocinaba algo que a mí me gustaba
Clemen lo había elegido, y si en la escuela obligada
alguien me hubiera forzado y la seño a él castigado,
ella tal había logrado, tan inmóvil y calmada,
la Clementina impasible, siempre inmóvil y calmada,
sólo eso hacía y más nada.

Pero su mejor poder era conseguir vencer
las tristezas de los niños, como una mágica hada
les vencía las tristezas, les sacaba la pobreza
y aplacaba las durezas, con una bondad de hada
la Clementina impasible, tan impasible y calmada.
Sólo eso era y más nada.

Pasaron años y años en los que todos los daños
y dolores que sufrí, como una mágica hada
Clementina derrotó, algún primer desamor
o alguna cruel maldición, mi amiguita tan callada
aliviaba con la mente, tan inmóvil y callada,
sólo callaba y más nada.

Poco a poco fui creciendo y en mujer me fui volviendo,
haciendo cosas de adulta, de persona realizada
según lo dicta el buen gusto de responder con lo justo
y no causarle disgusto a la persona amada
que una eligió en su vida para estar acompañada.
Sólo eso importa y más nada.

Entonces me fui olvidando y olvidando y olvidando
y no sé qué fue de ella, de mi amiga articulada,
no supe si la tiraron o a otra niña regalaron
o si en un baúl guardaron a mi amiga articulada
para quedar para siempre, para siempre olvidada,
mi gran amiga y más nada.

Y así fue que por mi vida trabajos y novios se iban,
de todo me iba aburriendo, y empezaba ya cansada.
Pero así es el mundo adulto, sin ningún misterio oculto,
ir transformándose en bulto, y empezar siempre cansada,
y me olvidé de extrañar, a mi amiga articulada.
Sólo la olvidé y más nada.

Preferí estar soltera, creyendo que cuando fuera
el momento apropiado, me iba a encontrar casada.
Pero entonces mientras tanto, quise superar el llanto
que había invertido en cuanto noviazgo me vi enganchada,
sufriendo tan sin sentido, no quise saber más nada,
sólo soltera y más nada.

Pero tenía que haber algún elegido ser,
a quien perdonarle todo y con quien ser completada,
con quien sentirse especial y no encontrar un igual
con tal conexión astral, y sentirme esclavizada
para cumplir sus caprichos con el alma extasiada.
Sólo eso importa y más nada.

Entonces al fin llegó y todo en mí controló,
Ángel fue de quien yo estuve en teoría enamorada,
sin gloria pasó este novio, con desenlace muy obvio,
desembocó en el agobio de una rutina pesada,
y así de un momento a otro me supuse abandonada,
dejó de estar y más nada.

Recordando los dolores y aquellos malos sabores
que me inundaron la mente dejándome acorralada,
abracé la soledad y maldije la maldad,
los celos y frialdad de los que estuve cegada.
Y en eso entrando a mi hogar, vi con la luz apagada,
sólo una sombra y más nada.

Viendo el bulto misterioso, con aspecto tenebroso
en esa noche de julio, noche fría y desolada,
tanto como el miedo interno presentí el instante eterno,
instante del duro invierno, que me vi atemorizada
antes de prender la luz, por una sombra y más nada.
Sólo el temor y más nada.

Ángel pendía del techo, pendía de hilos estrechos,
me miraba desde arriba su cabeza mutilada,
unida a un torso sin ropa hecho de tela y de estopa,
la estopa era la ropa, de esa sangre coagulada
que manó de su cabeza cuando fue recién cortada,
una cabeza y más nada.

Por la nuca como un río me corrió un escalofrío,
grandes ojos amarillos me dejaron congelada,
estaba la Clementina con su mirada ladina
inmóvil en la cocina, inmóvil y articulada.
Un nuevo gesto en su boca, en su línea dibujada,
“nunca más”, dijo. Y más nada.

Ritmo de endecasílabos

Lo que me convoca a escribir esto es el amor a la poesía, sobre todo la poesía con verso endecasílabo. Y al decir amor quedo eximida de dar algún motivo más con el cual justificar mi escritura, porque con el código "amor" uno deja estipulado que hay una vinculación con ese algo que afecta al placer, sensual o espiritual, a la dedicación de tiempo o su pérdida que son lo mismo, a la obstinación de aprender, y a su necesidad de que todas esas cualidades se intensifiquen, y una forma de intensificar es escribir sobre eso, y con eso alcanza. Hasta quienes odian al amor hablan del amor, y hasta quienes creen no hablar del amor hablan del amor.

Mi amor por el verso endecasílabo entró por la musicalidad. Sin casi entender de adolescente lo que sus palabras significaban, me hacía adicta hasta la memorización de los sonetos de autores del siglo de oro español. No importaban tanto las palabras. Eso magnético era la música, el ritmo.

Nunca me enganché mucho con el formato cuento. Es como si me dejara un gusto a poco. Por qué se termina tan pronto. Siempre necesité de las novelas, para interiorizarme por horas y días, para enamorarme de los personajes como si fueran yo misma, para llorar el final en que la historia amargamente se termina para siempre (y leerla varias veces era la trampa y consuelo). Pero también por la música. Cuando leo una novela durante horas durante días, la música de esa prosa se sumerge tanto en el cerebro que suena mientras espero el colectivo, mientras me ducho, mientras divago por una charla aburrida, hasta mientras duermo. No he tenido placeres más grandes en sueños que los de soñar la música de alguna prosa. Y es sólo la música. Sin contenido. El ritmo de las palabras. Y la poesía logra eso que la novela hace en trescientas páginas, en catorce versos. Pero no sólo el soneto. También los octosílabos en décimas, o sextillas, y tantas formas, o los versos con la cantidad de sílabas que sean. Pero ninguno tiene tanto análisis métrico como el endecasílabo.

En mi torpe experiencia de poeta, y siguiendo sólo el recuerdo del placer de los sonetos que leía de adolescente y sin haber buscado mucha más información que la de saber que se trata de once sílabas y que siempre el último acento está en la décima, me largué a escribir endecasílabos, notando cómo un verso "bien acentuado" sonaba mejor que uno "mal acentuado", no hace falta juzgar la redundancia de la afirmación ya que en esos tiempos yo no sabía qué era un endecasílabo "bien".

Personalísimamente me molestan las cuestiones de bien y mal, juicios de valor y jerarquías en divertimentos y creaciones artísticas, pero lo voy a tomar como que esos conceptos vienen de la práctica y tienen sus motivos en el devenir de siglos y versos. Pero igual no me alcanza. No me gusta que me digan que algo está bien o mal y quedarme conforme, me gustaría saber por qué. Más allá del "porque sí" o "porque suena mejor". Me gustaría encontrar el "por qué". Ese por qué caprichoso, escondido, que cuando lo descubrimos nuestros pulmones reciben mejor el aire.

Entonces hay endecasílabos con acentuaciones "correctas" e "incorrectas", en lo a que sus clasificaciones respectan, y hay otros que son al parecer "impracticablemente abominables" porque no figuran ni siquiera en la lista de los incorrectos, por ejemplo acentuaciones en las 3, 7, 10 que no figura en ninguna tabla ni siquiera como acentuación excepcional. Pero Borges tiene un endecasílabo así, "compartimos la rutina y el tedio" (acentos en 3, 7, 10) aunque éste ejemplo no cuenta porque aparece en un poema de versos de métrica libre. Hasta ahora no he encontrado en toda la poesía con endecasílabos que leí de Cervantes, Borges, Machado, García Lorca, Alfonsina Storni, Quevedo, Góngora, Sor Juana, Almafuerte, Shakespeare (en inglés), Petrarca (en italiano) ni un solo verso "mal acentuado" y nunca sabré cuáles fueron sus motivos más que la evidente de querer hacer las cosas, como se dice, bien.

La distinción entre correctos e incorrectos es que los correctos tienen acentuación en la sexta sílaba y los incorrectos en la séptima. Acentuación en la quinta también es considerada incorrecta y el motivo de eso es que más que endecasílabo suena a dodecasílabo (recordemos que siempre un verso tiene acento en su penúltima sílaba) sobre todo si es aguda la palabra con acento ahí, y literalmente este acento parte al medio al verso haciendo sonar una monotonía rítmica bastante insulsa. Sobre el uso de los acentuados en la séptima sílaba leí que se pueden usar, pero que no deben combinarse con versos acentuados en la sexta, y viceversa. Pero, vuelvo a decir, no encontré sonetos u otros poemas con endecasílabos acentuados en la séptima sílaba, y con no tanta sorpresa noté que analizando mis versos los que más me habían gustado de una manera casi inconsciente eran los que sin proponérmelo había acentuado en la sexta, y corrigiendo los versos acentuados en la séptima, de manera que acentúen la sexta, descubrí que todo el soneto sonaba mucho mejor. Aún así, no está la respuesta al por qué más allá del porque sí.

Otra buena acentuación es 4, 8, 10, en reemplazo de la sexta, suele ocurrir en el caso en que hay algún monosílabo cayendo por la sexta, o sílabas desacentuadas, como éste de Alfosina Storni, "como a un muñeco destripé tu vientre", o este otro sí con monosílabo, "hallé una trampa que decía: sexo". Esta métrica tan asimétrica la encuentro hermosa, pero tampoco nunca vi un poema enteramente escrito por este tipo de verso, sino que es excepcional entre versos acentuados en la sexta, quizá suene monótono con muchos versos seguidos así.

La posibilidad de acentuar el verso en la sexta sílaba otorga la variedad del resto de acentos. Pongo ejemplos para mejor entendimiento. No pongo que hay acentuación en la 10, ya que todos tienen este acento.

Borges: "Eres el otro yo de que habla el griego" (1, 6)
Quevedo: "Cerrar podrá mis ojos la postrera (2, 6)
                  sombra que me llevare el blanco día" (1, 6)
Cervantes:"¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?" (3, 6)
Sor Juana: "por activa y pasiva es mi tormento" (3, 6)
Almafuerte: "Si te postran diez veces te levantas" (3, 6)
"No te des por vencido, ni aun vencido" (3, 6)
Quevedo: "Sol os llamó mi lengua pecadora (1, 4, 6)
                  y desmintióme a boca llena el cielo (4, 8)
                  luz os dije que dábades al suelo, (1, 3, 6)
                  y opúsose un candil, que alumbra y llora." (2, 6, 8)
Almafuerte: "Procede como Dios que nunca llora, (2, 6, 8)
                      o como Lucifer que nunca reza" (6)
Borges: "¿por qué en la sombra el súbito reflejo?" (2, 4, 6)
Quevedo: "en vos llamé rubí lo que mi abuelo (2, 4, 6)
                  llamara labio y jeta comedora" (2, 4, 6)
Almafuerte: "No la cobarde estupidez del pavo" (1, 4, 8)
Alfonsina Storni: "Como a un muñeco destripé tu vientre (4, 8)
                              y examiné sus ruedas engañosas (4, 6)
                              y muy envuelta en sus poleas de oro (2, 4, 8)
                              hallé una trampa que decía: sexo" (2, 4, 8)
"Iba subiendo por la cuesta albina" (1, 4, 8)
Sor Juana: "al que amante me sigue dejo ingrata" (3, 6, 8)
Góngora: "goza cuello, cabello, labio, frente" (1, 3, 6, 8, hermoso, suena a compás musical aditivo y amalgama a la vez, cinco pulsos con agrupación de subdivisión 2+3+2+2+2)
"en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada" (2, 4, 6, 8)
Quevedo: "llamé los rizos minas de oro ardientes" (2, 4, 6, 8)
Borges: "y luego a otro, a otro, a otro, a otro..." (2, 4, 6, 8)
Sor Juana: "qué sufrimiento no estará cansado" (1, 4, 6, 8)
Góngora: "Oro bruñido al sol relumbra en vano" (1, 4, 6, 8)
Quevedo: "Venas que humor a tanto fuego han dado" (1, 4, 6, 8)
Cervantes: "son tan rocines como Rocinante" (4)
Góngora: "Mientras por competir con tu cabello" (6)

Etcétera, alguno acentos que marqué son discutibles, o son menos fuertes que otros, si alguno no marqué es porque lo noto menos fuerte que otro que tiene cerca y sí puse.

Mi primer argumento para decir que el acento en séptima sílaba no está tan bueno, es que al separar el verso en dos por tratarse de un acento central, no deja ninguna posibilidad de variación en la segunda parte del verso. Si está acentuada la séptima no se puede acentuar la octava, porque le sigue, y tampoco se puede acentuar la novena porque le sigue la décima que siempre va acentuada, de modo que hacia el final de los versos con esta acentuación sólo tenemos una opción, 7, 10. En cambio con el acento en sexta se puede alternar que esté o no la octava y que en vez de sexta esté cuarta y octava. Creo que una encadenación de versos acentuados en 7 y 10 rigidiza la musicalidad del poema, no importa qué variaciones de acentos haya antes de la séptima (aunque recordemos que la opción de acentuar 3, 7 no figura ni siquiera como catalogado como el peor verso del mundo, averiguar por qué corresponderá a la segunda parte de este escrito).

Como no hay ejemplos de poemas (que me gusten) con endecasílabos acentuados en la séptima sílaba, agarré uno de Borges y lo modifiqué. Dejo primero la versión del autor y después la mía. Pido al que lee que no se condicione tanto por el hecho de saber que Borges es Borges y yo no soy nadie, y que además de antemano está sabiendo que al parecer toda la historia de la poesía considera que es mala la acentuación en séptima y buena en sexta, a pesar de todo esto, se abstraiga y lea veinte veces cada versión. Los versos que yo modifiqué no contienen ninguna palabra o estructura sintáctica que Borges no haya usado, así que si encuentra torpeza o cursilería en la segunda versión ojalá crea, como yo, que es sola y puramente por la musicalidad de los versos, creo que ésto se confirma más que nada en los versos donde sólo he cambiado el orden de pocas palabras.


Beppo

El gato blanco y célibe se mira (2, 4, 6)
en la lúcida luna del espejo (3. 6)
y no puede saber que esa blancura (3, 6)
y esos ojos de oro que no ha visto (3,6)
nunca en la casa, son su propia imagen. (1, 4, 6, 8)
¿Quién le dirá que el otro que lo observa (1, 4, 6)
es apenas un sueño del espejo? (3, 6)
Me digo que esos gatos armoniosos, (2, 6)
el de cristal y el de caliente sangre, (4, 8)
son simulacros que concede al tiempo (4, 8)
un arquetipo eterno. Así lo afirma, (4, 6, 8)
sombra también, Plotino en las Ennéadas. (1, 4, 6)
¿De qué Adán anterior al paraíso,  (3, 6)
de qué divinidad indescifrable (2, 6)
somos los hombres un espejo roto? (1, 4, 8)



El gato se mira célibe y blanco (2, 5, 7)
en el espejo que es lúcida luna (4, 7)
y no sabrá nunca que esa blancura (5, 7)
y que esos ojos dorados no vistos (4, 7)
antes en la casa son su figura (1, 5, 7)
¿Quién le dirá que lo observa ese otro (1, 4, 7,)
que es apenas del espejo algún sueño? (3, 7)
Pienso que esos armoniosos felinos (1, 7)
el de cristal y el de sangre caliente (4, 7)
son simulacros que al tiempo concede (1, 4, 7)
un arquetipo infinito. Así dice (4,7)
también sombra, en las Enneádas Plotino. (3, 7)
¿De cuál Adán anterior al Edén (2, 4, 7)
y de cuáles dioses indescifrables (3, 5)
son los humanos espejos partidos? (1, 4, 7)

Yo no puedo evitar sentir, quizá muy sugestionada por lo que ya me hice creer, la monotonía y rigidez de los finales de los versos con acentos 7 y 10.

La acentuación 1, 4, 7, llamada gaita gallega, es bastante simétrica y monótona, repite tres ritmos iguales con una sílaba larga y dos cortas, y termina con dos largas. El equivalente musical sería un 4/4 con cada pulso con una corchea y dos semicorcheas, salvo en el último pulso que son dos corcheas (aproximadamente, quizá son más parecidos a tresillos los grupos de tres sílabas). También se llama dactílico, ya que se usan dáctilos, que es un pie de la métrica grecolatina usada, por ejemplo, en los hexámetros de la Odisea. Quizá ahí radica rechazar acentuar la séptima sílaba en combinación con la cuarta, para no sonar a "viejo", "la antigua cadencia del hexámetro", según palabras de Borges.

miércoles, enero 08, 2020

Infectado

Véanme. Soy la fuerza de algún dios
y del Big Bang. Tengo una en cada huevo.
Nos dicen que por nuestro bien nos castran.
Mentira. Es por su comodidad,
si no vasectomía y ligadura.
Pero los meau y la vitalidad
alteran ansiedades de los simios
que nos prefieren calmos y sumisos
convirtiéndonos en peluches vivos,
sin olores ni miedos ni horizontes,
para llenar la triste soledad
de sus rutinas de hiperconsumismo.
No les basta con consumir mercado,
son glotones de mitos sobre amor,
porque más bien que nunca les alcanza
con el que no se dan entre ellos mismos,
y tampoco les alcanza el control
y vigilancia que entre ellos les sobra.
Entiendo. Qué bajón la soledad,
sin otro cuerpo u otra piel que muestre
que respiran, que no ven sólo un muro.
Pero no vine acá a sufrir lo ajeno
ni a envidiar comodidades insulsas,
las de supuestos o reales dueños
o las de esos gordos perezosos
consentidos por niños arrogantes
que vivirán veinte aburridos años.
Prefiero mis menos de dos orejas,
mis cicatrices, mi rostro deforme,
el latido de mi escroto relleno,
el misterio de un futuro cercano.
Huelo las feromonas de las hembras
inenarrable obsesión de las células
y ya me agota prever las peleas,
las largas horas sin sueño ni paz,
pero me entusiasma la vida corta
que me planeó el veneno de un vecino.
No lo odio, yo en su lugar haría eso,
sé que nuestros códigos no combinan,
nuestra manera de entender el aire,
de agrandar pupilas ante los monstruos,
de usar la voz, los saltos, los recuerdos.
Voy a irme lejos a pensar manadas
en otras vidas, mundos o leyendas
insospechadas por las mentes torpes
que idolatran sus insatisfacciones.