martes, octubre 29, 2019

De gatos y celos

Los gatos son celosos de los libros. Hoy Sombra saltó cazadora sobre el sillón donde estaba yo y frenó en seco como si se hubiera dado el hocico contra algo invisible ante lo distinto del paisaje. Se acercó desconfiada al objeto que yo tenía, frío, cuadrado, con olor a algo que no respira, me atropelló una mano y me hizo leerle el pelaje con mil puntos de braille escritos con obsenidades, me miró a los ojos obligándome a que le recorra atenta cada renglón de su intimidad, ronroneó anteponiendo la cabeza a las hojas haciendo callar la tinta, me clavó las uñas para dejarme escrito en la piel todo lo que tengo que decir de ella.

lunes, octubre 21, 2019

La vida tiene la coherencia del azar

La vida tiene la coherencia del azar.
Como estos dos fetos gemelos. En cierto momento de la gestación falleció uno por motivos indeducibles e incuestionables y con esa empecinada incompatibilidad de convivencia de muerte y vida cuando tan cercanamente se tratan, el feto muerto arrastró al sano consigo, y muertos los dos, sin saberse nunca tampoco cuál fue cuál, si uno fue otro o viceversa, dejaron escapar sus almas, y ya que estos gemelos si hasta nombre tenían y si hasta alguna constitución en algún lado del mundo los nombran gente por qué sus almas se quedarían atrás en esta arbitraria interpretación de existencia, decidieron entonces ir a hacer su rumbo. Y no va que una fue a parar a un feliz renacuajo, que no mucho después de tener patas y ser sapo, su destino fue desparramarse finísimo en el asfalto a continuación de una rueda de ómnibus de media distancia, y la otra a una cucaracha de solitaria vida social pero sistema nervioso gozoso.
La vida tiene la coherencia del azar.

viernes, octubre 18, 2019

El piano y el cuerpo

Pienso que no quiero que sea mi cuerpo el que, siendo mi cuerpo por redundancia y contundencia biológica, duele a mil demonios, la espalda, el cuello, las piernas, no quiero que lo sea (yo mi cuerpo, o mi cuerpo yo) cuando la prioridad son nomás diez dedos de nomás dos manos, porcentaje bajísimo de la yo total, que ya de por sí es un total mermado, lábil (sinónimo: endeble), sin fuerza ni para sostener con comodidad la atracción que hace el planeta al conjunto de células todas unidas en algo que no sé cuándo llamaron cuerpo, no sé si antes o después que llamaron a eso persona. Quisiera leer una Historia de las Palabras, para poner mi insignificante existencia en orden, y para entender de qué soy más, si de algo u otra cosa. Mientras no entiendo de eso me miro un brazo y me pregunto por qué ese brazo es mío. Por qué me importa más ser yo que otro. ¿No han probado a veces salirse del cuerpo, creerse otro? Para equilibrar mi endeblitud de cuerpo, estratégicamente me pensé como un ser de otro cuerpo, un cuerpo, digámosle, gordo. No gorda. Gordo. Un profesor, para ayudarme técnicamente con cierta sonoridad fuerte que debía lograr, me sugirió que me imaginara como un gordo de grandes brazos pesados. Me llamó la atención el masculino. Como si gordo fuera más gordo que gorda. Gordo: lo gordo. Un gordo neutro, en la época en que lo masculino era lo neutro. Me cayó bien ese masculino adjetivo. Y me sirvió la imagen. Yo saliéndome de mi yo de muchachita flaca para pensarme como un gordo. Un antagónico. Él con su privilegio de la fortaleza de su género, yo con el del cuerpo que está bien para el orden insulso y correcto del mundo, privilegios que ambos a veces son desgracias para el orden de nuestros cerebros. Quiero convivir siendo él, con el piano y su rechazo a mi cuerpo. Un volumen imaginario, una amplitud supuesta, una comodidad inventada, un invento corporalizado. Abrazo a mi traje de gordo para llorar juntos.

jueves, octubre 17, 2019

La soledad

Sola es la que a propósito se deja el cortaúñas en el bolsillo
como para que la máquina que olisquea metal
chille avisando a la policía
y la policía le acaricie las caderas, los aros del corpiño.
La que se envicia en la autosoledad
la de no estar ni con una misma
con más tiempo viendo istoris que las hojas
(de árboles o de libros),
con más oyendo a otros que a sus monstruos,
más juzgándolos que haciéndoseles amiga.
Está sola la que miente
no por maldad ni conveniencia
sino nomás porque le aburre su verdad
o le avergüenzan sus pestañas, el movimiento de su brazo.
Sola la que sus pies la llevan donde no quiere ir
y más sola la que no la llevan donde sí,
la que se le descoordina el cuerpo entre deseo y acción
o la que la timidez la censura con máscaras y escudos
sin protegerla necesariamente, quizá vulnerarla más
de sí misma.
Sola la que elige no hablar más que no oír,
la que prefiere sacrificar su tiempo antes que su dolor.
Pongan las solas sus motivos en una botella al mar, un cajón de intimidad,
por escrito, por hablado, por pensado,
hasta su misma soledad las dejaría náufragas de motivos.
Sola es la que se reprime buscar los culpables de su cobardía,
como si fuese ella.
Sola es la que cambia su inteligencia por idiotez ajena
la que recuerda paisajes pasados y no inventa nuevos,
la que persiste en la desidia
de estrellas fugaces, de hojas en blanco, de tinder, de burocracia emocional,
la que se dejó de preguntar.

sábado, octubre 05, 2019

Soneto 50&50

Cuando escribo poesía me gusta:
masticar mientras, palabrear durante,
adverbiar o eso otro, contar
sílabas con los dedos como un piano.
Degustar las palabras once veces,
hacerlo mantra, canción o plegaria
de sonido, de imagen y silencio.
No me gusta: fingir y caer bien,
no entender lo que digo, quedar corta,
que me importe pensar en quien lo lea,
mentir mis ideas, forzar la rima.
Ésta no cumple nada y no me importa
porque sólo de hacer se me babea
el hipotálamo de dopamina.

martes, octubre 01, 2019

Gato, soneto

¿Qué distingue a tu gato de vos mismo?
te gusta más que vos y no a la inversa,
tu tiempo es rígido en tu cuerpo mientras
él se lame las bolas, trepa abismos,
él se es indiferente, no entiende
de bulling, vos quizá odiaste tu cuerpo,
él tan libre y vos preso en tus conceptos.
Un ser del inconsciente porque duerme
más rato del que está despierto, sos
el último resquicio de su ojo,
la mano que lo rasca y el despojo
que le sirve postrándose a sus súplicas.
En proporción es más inteligente:
mira y caza y no duda lo que siente.


Versión previa en prosa

¿En qué distinguimos a un gato de uno mismo? En que nos gusta más, ni falta que hace un espejo. Finge también más. Esa incisión de mirada, esa apariencia inteligente, esa aura de meditación y sabiduría, son todos fingimientos, pose, falsedad. Le adjudicamos tantas cosas que no entiende, por lo tanto no son reales. Probablemente se olvidó qué pensó ayer, no te ama, te usa, le das placer si lo rascás y le das de comer. Pero no tiene la idea de la distinción entre el mal y el bien. Uno pensaría que es inferior por eso, pero es superior por lo mismo, tiene la libertad de matar sin ser culpable. A vos te van a juzgar. Vos como humano sos el ser más preso en tus conceptos, estás rodeado en mil ideas que te obligan a ser lo que sos y hacer lo que hacés. El gato es libre de mente, y vos sos su esclavo porque lo amás más que él a vos. Ni hablar del asunto de la agilidad, él es más su cuerpo que vos, vos probablemente odies tu cuerpo o en algún momento lo hayas hecho, y lo padezcas en varios niveles de percepción. Su cuerpo está calculado para durar menos por lo tanto tiene el tiempo más condensado en sus células. Tu tiempo está fláccido adentro tuyo y no sabés qué hacer con tu inteligencia. Su inteligencia es menor pero está mucho mejor aprovechada. En proporción: sos un estúpido. Te duelen los pies, la espalda, el cuello, las rodillas, mientras el gato se lame el culo y trepa los árboles. Pero duerme el ochenta por ciento del día así que es un ser más del inconsciente, lo que sus ojos ven es menos real que sus sueños, eso te pone en un lugar de casi inexistencia, mientras tanto vos en tu vigilia te preguntás para qué estás vivo.