martes, enero 14, 2020

Ritmo de endecasílabos

Lo que me convoca a escribir esto es el amor a la poesía, sobre todo la poesía con verso endecasílabo. Y al decir amor quedo eximida de dar algún motivo más con el cual justificar mi escritura, porque con el código "amor" uno deja estipulado que hay una vinculación con ese algo que afecta al placer, sensual o espiritual, a la dedicación de tiempo o su pérdida que son lo mismo, a la obstinación de aprender, y a su necesidad de que todas esas cualidades se intensifiquen, y una forma de intensificar es escribir sobre eso, y con eso alcanza. Hasta quienes odian al amor hablan del amor, y hasta quienes creen no hablar del amor hablan del amor.

Mi amor por el verso endecasílabo entró por la musicalidad. Sin casi entender de adolescente lo que sus palabras significaban, me hacía adicta hasta la memorización de los sonetos de autores del siglo de oro español. No importaban tanto las palabras. Eso magnético era la música, el ritmo.

Nunca me enganché mucho con el formato cuento. Es como si me dejara un gusto a poco. Por qué se termina tan pronto. Siempre necesité de las novelas, para interiorizarme por horas y días, para enamorarme de los personajes como si fueran yo misma, para llorar el final en que la historia amargamente se termina para siempre (y leerla varias veces era la trampa y consuelo). Pero también por la música. Cuando leo una novela durante horas durante días, la música de esa prosa se sumerge tanto en el cerebro que suena mientras espero el colectivo, mientras me ducho, mientras divago por una charla aburrida, hasta mientras duermo. No he tenido placeres más grandes en sueños que los de soñar la música de alguna prosa. Y es sólo la música. Sin contenido. El ritmo de las palabras. Y la poesía logra eso que la novela hace en trescientas páginas, en catorce versos. Pero no sólo el soneto. También los octosílabos en décimas, o sextillas, y tantas formas, o los versos con la cantidad de sílabas que sean. Pero ninguno tiene tanto análisis métrico como el endecasílabo.

En mi torpe experiencia de poeta, y siguiendo sólo el recuerdo del placer de los sonetos que leía de adolescente y sin haber buscado mucha más información que la de saber que se trata de once sílabas y que siempre el último acento está en la décima, me largué a escribir endecasílabos, notando cómo un verso "bien acentuado" sonaba mejor que uno "mal acentuado", no hace falta juzgar la redundancia de la afirmación ya que en esos tiempos yo no sabía qué era un endecasílabo "bien".

Personalísimamente me molestan las cuestiones de bien y mal, juicios de valor y jerarquías en divertimentos y creaciones artísticas, pero lo voy a tomar como que esos conceptos vienen de la práctica y tienen sus motivos en el devenir de siglos y versos. Pero igual no me alcanza. No me gusta que me digan que algo está bien o mal y quedarme conforme, me gustaría saber por qué. Más allá del "porque sí" o "porque suena mejor". Me gustaría encontrar el "por qué". Ese por qué caprichoso, escondido, que cuando lo descubrimos nuestros pulmones reciben mejor el aire.

Entonces hay endecasílabos con acentuaciones "correctas" e "incorrectas", en lo a que sus clasificaciones respectan, y hay otros que son al parecer "impracticablemente abominables" porque no figuran ni siquiera en la lista de los incorrectos, por ejemplo acentuaciones en las 3, 7, 10 que no figura en ninguna tabla ni siquiera como acentuación excepcional. Pero Borges tiene un endecasílabo así, "compartimos la rutina y el tedio" (acentos en 3, 7, 10) aunque éste ejemplo no cuenta porque aparece en un poema de versos de métrica libre. Hasta ahora no he encontrado en toda la poesía con endecasílabos que leí de Cervantes, Borges, Machado, García Lorca, Alfonsina Storni, Quevedo, Góngora, Sor Juana, Almafuerte, Shakespeare (en inglés), Petrarca (en italiano) ni un solo verso "mal acentuado" y nunca sabré cuáles fueron sus motivos más que la evidente de querer hacer las cosas, como se dice, bien.

La distinción entre correctos e incorrectos es que los correctos tienen acentuación en la sexta sílaba y los incorrectos en la séptima. Acentuación en la quinta también es considerada incorrecta y el motivo de eso es que más que endecasílabo suena a dodecasílabo (recordemos que siempre un verso tiene acento en su penúltima sílaba) sobre todo si es aguda la palabra con acento ahí, y literalmente este acento parte al medio al verso haciendo sonar una monotonía rítmica bastante insulsa. Sobre el uso de los acentuados en la séptima sílaba leí que se pueden usar, pero que no deben combinarse con versos acentuados en la sexta, y viceversa. Pero, vuelvo a decir, no encontré sonetos u otros poemas con endecasílabos acentuados en la séptima sílaba, y con no tanta sorpresa noté que analizando mis versos los que más me habían gustado de una manera casi inconsciente eran los que sin proponérmelo había acentuado en la sexta, y corrigiendo los versos acentuados en la séptima, de manera que acentúen la sexta, descubrí que todo el soneto sonaba mucho mejor. Aún así, no está la respuesta al por qué más allá del porque sí.

Otra buena acentuación es 4, 8, 10, en reemplazo de la sexta, suele ocurrir en el caso en que hay algún monosílabo cayendo por la sexta, o sílabas desacentuadas, como éste de Alfosina Storni, "como a un muñeco destripé tu vientre", o este otro sí con monosílabo, "hallé una trampa que decía: sexo". Esta métrica tan asimétrica la encuentro hermosa, pero tampoco nunca vi un poema enteramente escrito por este tipo de verso, sino que es excepcional entre versos acentuados en la sexta, quizá suene monótono con muchos versos seguidos así.

La posibilidad de acentuar el verso en la sexta sílaba otorga la variedad del resto de acentos. Pongo ejemplos para mejor entendimiento. No pongo que hay acentuación en la 10, ya que todos tienen este acento.

Borges: "Eres el otro yo de que habla el griego" (1, 6)
Quevedo: "Cerrar podrá mis ojos la postrera (2, 6)
                  sombra que me llevare el blanco día" (1, 6)
Cervantes:"¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?" (3, 6)
Sor Juana: "por activa y pasiva es mi tormento" (3, 6)
Almafuerte: "Si te postran diez veces te levantas" (3, 6)
"No te des por vencido, ni aun vencido" (3, 6)
Quevedo: "Sol os llamó mi lengua pecadora (1, 4, 6)
                  y desmintióme a boca llena el cielo (4, 8)
                  luz os dije que dábades al suelo, (1, 3, 6)
                  y opúsose un candil, que alumbra y llora." (2, 6, 8)
Almafuerte: "Procede como Dios que nunca llora, (2, 6, 8)
                      o como Lucifer que nunca reza" (6)
Borges: "¿por qué en la sombra el súbito reflejo?" (2, 4, 6)
Quevedo: "en vos llamé rubí lo que mi abuelo (2, 4, 6)
                  llamara labio y jeta comedora" (2, 4, 6)
Almafuerte: "No la cobarde estupidez del pavo" (1, 4, 8)
Alfonsina Storni: "Como a un muñeco destripé tu vientre (4, 8)
                              y examiné sus ruedas engañosas (4, 6)
                              y muy envuelta en sus poleas de oro (2, 4, 8)
                              hallé una trampa que decía: sexo" (2, 4, 8)
"Iba subiendo por la cuesta albina" (1, 4, 8)
Sor Juana: "al que amante me sigue dejo ingrata" (3, 6, 8)
Góngora: "goza cuello, cabello, labio, frente" (1, 3, 6, 8, hermoso, suena a compás musical aditivo y amalgama a la vez, cinco pulsos con agrupación de subdivisión 2+3+2+2+2)
"en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada" (2, 4, 6, 8)
Quevedo: "llamé los rizos minas de oro ardientes" (2, 4, 6, 8)
Borges: "y luego a otro, a otro, a otro, a otro..." (2, 4, 6, 8)
Sor Juana: "qué sufrimiento no estará cansado" (1, 4, 6, 8)
Góngora: "Oro bruñido al sol relumbra en vano" (1, 4, 6, 8)
Quevedo: "Venas que humor a tanto fuego han dado" (1, 4, 6, 8)
Cervantes: "son tan rocines como Rocinante" (4)
Góngora: "Mientras por competir con tu cabello" (6)

Etcétera, alguno acentos que marqué son discutibles, o son menos fuertes que otros, si alguno no marqué es porque lo noto menos fuerte que otro que tiene cerca y sí puse.

Mi primer argumento para decir que el acento en séptima sílaba no está tan bueno, es que al separar el verso en dos por tratarse de un acento central, no deja ninguna posibilidad de variación en la segunda parte del verso. Si está acentuada la séptima no se puede acentuar la octava, porque le sigue, y tampoco se puede acentuar la novena porque le sigue la décima que siempre va acentuada, de modo que hacia el final de los versos con esta acentuación sólo tenemos una opción, 7, 10. En cambio con el acento en sexta se puede alternar que esté o no la octava y que en vez de sexta esté cuarta y octava. Creo que una encadenación de versos acentuados en 7 y 10 rigidiza la musicalidad del poema, no importa qué variaciones de acentos haya antes de la séptima (aunque recordemos que la opción de acentuar 3, 7 no figura ni siquiera como catalogado como el peor verso del mundo, averiguar por qué corresponderá a la segunda parte de este escrito).

Como no hay ejemplos de poemas (que me gusten) con endecasílabos acentuados en la séptima sílaba, agarré uno de Borges y lo modifiqué. Dejo primero la versión del autor y después la mía. Pido al que lee que no se condicione tanto por el hecho de saber que Borges es Borges y yo no soy nadie, y que además de antemano está sabiendo que al parecer toda la historia de la poesía considera que es mala la acentuación en séptima y buena en sexta, a pesar de todo esto, se abstraiga y lea veinte veces cada versión. Los versos que yo modifiqué no contienen ninguna palabra o estructura sintáctica que Borges no haya usado, así que si encuentra torpeza o cursilería en la segunda versión ojalá crea, como yo, que es sola y puramente por la musicalidad de los versos, creo que ésto se confirma más que nada en los versos donde sólo he cambiado el orden de pocas palabras.


Beppo

El gato blanco y célibe se mira (2, 4, 6)
en la lúcida luna del espejo (3. 6)
y no puede saber que esa blancura (3, 6)
y esos ojos de oro que no ha visto (3,6)
nunca en la casa, son su propia imagen. (1, 4, 6, 8)
¿Quién le dirá que el otro que lo observa (1, 4, 6)
es apenas un sueño del espejo? (3, 6)
Me digo que esos gatos armoniosos, (2, 6)
el de cristal y el de caliente sangre, (4, 8)
son simulacros que concede al tiempo (4, 8)
un arquetipo eterno. Así lo afirma, (4, 6, 8)
sombra también, Plotino en las Ennéadas. (1, 4, 6)
¿De qué Adán anterior al paraíso,  (3, 6)
de qué divinidad indescifrable (2, 6)
somos los hombres un espejo roto? (1, 4, 8)



El gato se mira célibe y blanco (2, 5, 7)
en el espejo que es lúcida luna (4, 7)
y no sabrá nunca que esa blancura (5, 7)
y que esos ojos dorados no vistos (4, 7)
antes en la casa son su figura (1, 5, 7)
¿Quién le dirá que lo observa ese otro (1, 4, 7,)
que es apenas del espejo algún sueño? (3, 7)
Pienso que esos armoniosos felinos (1, 7)
el de cristal y el de sangre caliente (4, 7)
son simulacros que al tiempo concede (1, 4, 7)
un arquetipo infinito. Así dice (4,7)
también sombra, en las Enneádas Plotino. (3, 7)
¿De cuál Adán anterior al Edén (2, 4, 7)
y de cuáles dioses indescifrables (3, 5)
son los humanos espejos partidos? (1, 4, 7)

Yo no puedo evitar sentir, quizá muy sugestionada por lo que ya me hice creer, la monotonía y rigidez de los finales de los versos con acentos 7 y 10.

La acentuación 1, 4, 7, llamada gaita gallega, es bastante simétrica y monótona, repite tres ritmos iguales con una sílaba larga y dos cortas, y termina con dos largas. El equivalente musical sería un 4/4 con cada pulso con una corchea y dos semicorcheas, salvo en el último pulso que son dos corcheas (aproximadamente, quizá son más parecidos a tresillos los grupos de tres sílabas). También se llama dactílico, ya que se usan dáctilos, que es un pie de la métrica grecolatina usada, por ejemplo, en los hexámetros de la Odisea. Quizá ahí radica rechazar acentuar la séptima sílaba en combinación con la cuarta, para no sonar a "viejo", "la antigua cadencia del hexámetro", según palabras de Borges.