martes, enero 14, 2020

La cordillera y el insomnio

Amanece algún astro a dos niveles.
Digo, hay dos albas de una sola estrella,
una de la enciclopedia y la brújula
otra que tengo latiendo en el párpado
desde éstos que no cuento, crepúsculos.
Pían pájaros vivos (vivos), oigan,
los muertos hace tiempo se callaron
para anidar y dormir en mi estómago,
no exactamente el mío, me refiero
con metáfora torpe al insomnio
de gente inagotable aunque finita
con posibilidades casi eternas
del tiempo y sus cadáveres de aves.
Nadie a esta hora se pregunta nada,
es la pausa donde se pinta el límite
y todo lo que duda nos entiende.
Un pajarito negro y amarillo
posa su pausa en una antena. Ilógico.
Y ve como yo no sospecharía
una mancha, o algo indefinible.
Me molesta saber que en esta luz
las cosas que ambos vemos o alguien más
no son las mismas aunque sí lo sean.
Qué pena que la luz y su camino
no hagan sonido lejos, ni más lejos
como una idea
y no retumben, griten o se callen
en los rincones aún inacabados
del eco largo de la cordillera,
eco en tres dimensiones ¿quién más tiene?
Igual casi que escucho cómo suena
(la luz estrepitosa)
en la pereza mía y la del alba,
o tal vez mentiré necesidades.
El insomnio es la espera para ser
como aquella montaña o parte de ella
o ser ella en alguna opción del ser.
El dorado empezó a mutar en otro
también color dorado pero otro
contra el azul de piedra y de metal,
reubica y prende esos pergaminos
rugosos de la nieve inmensurable,
emergen las estrías de las rocas
y la profundidad que se sospecha,
hacia atrás y hacia su corazón mismo,
iguala la del fondo del océano.
Le hablo a la cordillera o en verdad
a un fragmento, que aunque lo invente, existe,
tan así de tangible es su infinito
(si la creara yo y la definiera
nunca la describiría mejor
de lo que no es ni es ni será),
cuando estoy demasiado triste le hablo,
aprendí que si entonces a la gente
algo se rompe y cambia para siempre,
como cuando las placas de la tierra
perdieron la paciencia que las hizo.
La cordillera es
la cicatriz, alguna cicatriz,
el recuerdo de las heridas de todas las eras.