martes, enero 14, 2020

Clementina

Cuando niña yo tenía mi muñeca Clementina
grandes ojos amarillos, una boca dibujada,
tenía bastantes hilos, miembros flacos como filos,
yo la sostenía en vilo a mi amiga articulada,
una marioneta era, Clementina articulada,
mi marioneta y más nada.

Su cabello eran retazos, linda madera sus brazos,
y era de linda madera su cabeza bien formada
unida a un torso con ropa hecho de tela y de estopa,
un torso blando y su ropa resaltaba su mirada
de ojos grandes y amarillos. Su boca estaba callada,
era una línea y más nada.

Yo un día había inventado, que Clemen en su pasado
había sido una bruja, o una niñita encantada,
súper poderes tenía y una gran telepatía,
de las gentes elegía ajusticiar las malvadas
y curarle los dolores a las pobres y cansadas,
sólo eso hacía y más nada.

Si había un monstruo acechando o los zombies deambulando
yo podía ver tranquila y no encontrarme con nada,
porque Clemen previniendo, con su mente combatiendo,
uno a uno iban cayendo. Inmóvil y articulada,
combatía con la mente las presencias indeseadas,
sólo eso hacía y más nada.

Si mi madre cocinaba algo que a mí me gustaba
Clemen lo había elegido, y si en la escuela obligada
alguien me hubiera forzado y la seño a él castigado,
ella tal había logrado, tan inmóvil y calmada,
la Clementina impasible, siempre inmóvil y calmada,
sólo eso hacía y más nada.

Pero su mejor poder era conseguir vencer
las tristezas de los niños, como una mágica hada
les vencía las tristezas, les sacaba la pobreza
y aplacaba las durezas, con una bondad de hada
la Clementina impasible, tan impasible y calmada.
Sólo eso era y más nada.

Pasaron años y años en los que todos los daños
y dolores que sufrí, como una mágica hada
Clementina derrotó, algún primer desamor
o alguna cruel maldición, mi amiguita tan callada
aliviaba con la mente, tan inmóvil y callada,
sólo callaba y más nada.

Poco a poco fui creciendo y en mujer me fui volviendo,
haciendo cosas de adulta, de persona realizada
según lo dicta el buen gusto de responder con lo justo
y no causarle disgusto a la persona amada
que una eligió en su vida para estar acompañada.
Sólo eso importa y más nada.

Entonces me fui olvidando y olvidando y olvidando
y no sé qué fue de ella, de mi amiga articulada,
no supe si la tiraron o a otra niña regalaron
o si en un baúl guardaron a mi amiga articulada
para quedar para siempre, para siempre olvidada,
mi gran amiga y más nada.

Y así fue que por mi vida trabajos y novios se iban,
de todo me iba aburriendo, y empezaba ya cansada.
Pero así es el mundo adulto, sin ningún misterio oculto,
ir transformándose en bulto, y empezar siempre cansada,
y me olvidé de extrañar, a mi amiga articulada.
Sólo la olvidé y más nada.

Preferí estar soltera, creyendo que cuando fuera
el momento apropiado, me iba a encontrar casada.
Pero entonces mientras tanto, quise superar el llanto
que había invertido en cuanto noviazgo me vi enganchada,
sufriendo tan sin sentido, no quise saber más nada,
sólo soltera y más nada.

Pero tenía que haber algún elegido ser,
a quien perdonarle todo y con quien ser completada,
con quien sentirse especial y no encontrar un igual
con tal conexión astral, y sentirme esclavizada
para cumplir sus caprichos con el alma extasiada.
Sólo eso importa y más nada.

Entonces al fin llegó y todo en mí controló,
Ángel fue de quien yo estuve en teoría enamorada,
sin gloria pasó este novio, con desenlace muy obvio,
desembocó en el agobio de una rutina pesada,
y así de un momento a otro me supuse abandonada,
dejó de estar y más nada.

Recordando los dolores y aquellos malos sabores
que me inundaron la mente dejándome acorralada,
abracé la soledad y maldije la maldad,
los celos y frialdad de los que estuve cegada.
Y en eso entrando a mi hogar, vi con la luz apagada,
sólo una sombra y más nada.

Viendo el bulto misterioso, con aspecto tenebroso
en esa noche de julio, noche fría y desolada,
tanto como el miedo interno presentí el instante eterno,
instante del duro invierno, que me vi atemorizada
antes de prender la luz, por una sombra y más nada.
Sólo el temor y más nada.

Ángel pendía del techo, pendía de hilos estrechos,
me miraba desde arriba su cabeza mutilada,
unida a un torso sin ropa hecho de tela y de estopa,
la estopa era la ropa, de esa sangre coagulada
que manó de su cabeza cuando fue recién cortada,
una cabeza y más nada.

Por la nuca como un río me corrió un escalofrío,
grandes ojos amarillos me dejaron congelada,
estaba la Clementina con su mirada ladina
inmóvil en la cocina, inmóvil y articulada.
Un nuevo gesto en su boca, en su línea dibujada,
“nunca más”, dijo. Y más nada.