martes, mayo 14, 2019

El cuarto de Barracas

Creo que en mi habitación hay fantasmas y quieren que me vaya.
Este es el barrio porteño de barracas.
Y este es un muerto como tantos enfermo de fiebre amarilla, que antes de morir mató a su patrón porque había violado a su novia. Supuso. Se levantó moribundo de la cama, con los ojos rojos incendiados, vomitando sangre y delirando, porque soñó o imaginó que su mujer, que nunca estuvo embarazada, paría una criatura de ojos verdes como los del patrón. Le clavó un vidrio en el ojo. De la sorpresa ni alcanzó a reaccionar el viejo. Qué loco será el cuerpo que como reflejo mientras le entraba el vidrio tuvo un comienzo de erección. Final y senil. Tirado encima echándole el aliento apestoso murió el negro, y se desplomó boca contra boca, muriendo a la vez con las sangres desordenadas.
Esos dos muertos quedaron en la habitación hasta hoy.
Lo sé porque un día sentí crujir y partirse él solito un vidrio.
Otro día, sentada e inmóvil, pensado en alguna banalidad al estilo de ir a la verdulería, sentí una brisa en el ojo.
En la habitación hay un sótano. El piso es de madera, los pasos suenan a hueco acá. No me estaría animando tanto a bajar. Tampoco es que me asuste mucho la idea. Estoy en ese punto medio de la desidia. Necesito una motivación para correr un mueble y levantar esa puerta.
Pero estoy tirada en la cama mirando el techo que está como a cinco metros y pensando que quizá la mirada de este fantasma, cuando aún no lo era y tenía ojos en el cráneo, recorrió exactamente el mismo punto de coordenadas del mundo que mis ojos.
Me esfuerzo buscando en ese pensamiento aquella sensación abismal y reveladora que sentía de niña cuando pensaba cosas por primera vez, y no lo consigo. En qué momento el escepticismo invadió todas mis emociones. Estoy vieja o estoy por morir. Me pregunto.
No puedo ir al sótano. Estoy ocupada mirando el techo y aburriéndome.
Pero las maderas crujen.
Insistiendo e invitando.
Yo por lo pronto estoy cómoda.
Nunca me gustó la soledad ni me dio impresión la sangre.