Las gotas de lluvia suenan sobre el plástico del techo.
Caen persistentes. Confirmadas. Indudables.
Con verdad de agua que cae en un techo.
Hay algo mucho más real en esas gotas
que en toda la historia
de la humanidad.
Cuando quiero ignorar las certezas éticas
que invaden mi cerebro
prejuicioso
inauténtico
contaminado
convencido
manipulado
por el sistema
pero también
por aquellas otras reglas
que imponen
quienes pretenden
romper el sistema
me concentro entonces
en la lluvia
en algo tan concretamente inabstracto
como el sonido de las gotas
estrellándose
y rompiéndose
y dejando de existir
o todo lo contrario
multiplicándose
en un techo.
Ese sonido debe ser casi idéntico
a las primeras gotas que cayeron
de la primera nube
o a cualquiera que vayan a caer
desde posibles e infinitas nubes.
Esa certeza es la misma
que la de que todo puede empezar
otra vez.